martes, 23 de febrero de 2010

ÉRASE UNA CLASE

De vuelta al cole, me he encontrado con pequeños pupitres en los que mis rodillas tocan ligeramente el cajón. Las paredes están decoradas con dibujos: retratos y listas de cosas que nos gustan y que no.
Era interesante ir leyendo. Por ejemplo, había una niña a la que no le gustaba ni su abuela ni su nombre. Habría que preguntarla a Colombie que le ha pasado con su abuela para que ésta esté en la lista de cosas malas, al mismo nivel que las espinacas o la lluvia.
Por otra parte, había una niña vegetariana porque todo lo que le gustaban eran frutas: las fresas, las manzanas, las mandarinas. Y me ha llamado la atención un niño al que no le gustaba el arco iris y otro al que no le gustaba el miedo, al igual que una niña detestaba la poesia y otro ir al lavabo! Algunas reflexiones bastante profundas para tener seis años y medio. Después también te das cuentas en que estamos en la sociedad de la tecnologia: a unos cuantos niños les gustaba la Wii y sólo a uno el fútbol.

Después de estar un rato observando los retratos y sus gustos, la clase ha empezado. Entonces, el consejo de las naciones separadas unidas por el francés ha entrado en acción. Mi primera clase me ha dejado la boca abierta unas cuantas veces, y es que me encanta descubrir historias y las acciones que han movido a esas personas venidas de todo el mundo para acabar en una pequeña escuela de primaria a las siete de la tarde estudiando un idioma que no es el suyo. Las motivaciones que nos mueven a cambiar de vida se acaban resumiendo en dos: supervivencia y amor.

Amor por una persona, una cultura, un estilo de vida, por la aventura, por el cine. Así he descubierto como un argentino guitarrista de jazz y de tangos ha cambiado su Buenos Aires por París, o como una mejicana también ha partido hacía aquí con su marido francés. O como un portugués casado con una taiwanesa se ha desplazado aquí porque él anhelaba la vida occidental y ella había conseguido un trabajo en París.

Y poco a poco, un hilo que es la historia de cada personaje va creando un ovillo de vidas y colores guardado en una misma caja llamada París y en un mismo tiempo que es nuestro siglo.

Tengo 25 años y medio. Vivo en una gran ciudad llena de pequeños hogares, y en uno de esos diminutos estudios, es donde yo intento crearme un hogar.


ME GUSTA
La nieve
El sol
Las patatas bravas con una estrella
La música y bailar sin pensar en nada
El mar y sus olas

NO ME GUSTA
que me empujen
la indiferencia
tener los pies frios
el vacío en el ser humano
que se apague la luz antes de que haya llegado a la puerta

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