lunes, 1 de marzo de 2010

MILANO

Capital de la moda y situada en la región de la Lombardia, alcanzamos Milán a media noche. La Centralle está desierta, Jorge y yo avanzamos desorientados intentando buscar una boca de metro. Únicamente pequeños grupos de hombres en corro se dejaban ver en la estación.

-"Scussa, el metro??" le pregunto a un hombre entre rubio y pelirojo, bajito y con unas gafas aguantadas por una nariz redonda y grande.
- "Sinestra y ...."

Corremos, sacamos lo billetes, se nos va el metro, y a esperar. Me choca que un viernes se respire esta calma en una de las estaciones de metro más importantes de la ciudad. Quizás es, que el París siempre habitado ha cambiado mi concepción de vacío.
Primera llamada, segunda, tercera. Alberto insiste en que cojamos un taxi, que quieren salir ya de fiesta. Y bueno, que pasa, la ley de Murphy: "cuando te vas del andén, viene el tren".

Pero sino, no hubieramos vivido la anécdota con el hombre pelirrojo que volvió a hablarnos, tras preguntarle si era taxista. Pero no, él sólo era taxista para el aeropuerto, donde puede sacar tajada vamos. Y sin quererlo nos acaba hablando de Salamanca, su novia ecuatoriana, "la pared de Ávila", y de un pueblo cerca de Salamanca dónde hay encierros/corridas de toros. Entonces pienso, ¡si estamos en Italia!, la gente te habla y te cuenta su vida. Y aquí voy a dejar un documento gráfico, de los más graciosos vividos con los italianos. Que se puede esperar entre un gaditano supersticioso y un italiano creyente, pues esto:



Finalmente descendemos del taxi y llegamos al palazzo, y no hay mejor palabra que lo describa que esa. Una casa con porte señorial y un toque a años cincuenta, que escapa a las casas IKEA que podemos encontrar por toda Europa. Reencuentro de marcianitos: abrazos, copas, risas, fiesta, mucha fiesta, copas, más fiesta, baile, taxi, dormiir, lavabo, dormir!!!

Y llegó el sábado. Y empieza la gran pateada del día. Milán es gris, sus edificios necesitan un lavado de cara, ¡pero con lejía y estropajo! Choca ver una ciudad que es de las más ricas de Italia, pero que paseando por sus calles y viendo sus viejos tramvias naranjas, no te transmite esa sensación hasta que el tramvía llega al semáforo dónde esperan un Lamborghini y un Ferrari.

Subimos por una calle llena de tiendas hasta llegar a la plaza dónde se encuentra el centro neurálgico de la ciudad: el Duomo, las galerías, la ópera de la Scalla (la más grande del mundo) y el cuadrado de Oro.
Atención al turista con la táctica: te tiro pan encima o al bolso, vienen las palomas y en la confusión te robo. Y es que señores esto es Italia.


El Duomo ( del latín "Domus Dei", que significa Casa de Dios) es diferente a toda catedral que haya visto antes, su fachada de estilo neogótico, aún conserva los daños del bombardeo de la segunda guerra mundial.
Y por primera vez, nos hacemos foto de marcianitos sin tiritera.



Mi concepción de ciudad vacía se disipa a cada paso que nos acerca más a la Piazza del Duomo. Las calles están llenas de gente, vida y un rumor constante. El gentío no escapaba tampoco al conjunto de calles que albergan las tiendas de moda y joyas más caras de la ciudad, el llamado cuadrado de Oro. Este cuadrado lo forman las Via Montenapoleone, Via Santo Spinto, Via Monzoni y Via della Spiga, dónde más de un escaparate nos seduce o sorprende. Aquí una foto de unos bolsos de papel y otra de la cúpula impresionante de las galerias de Vittorio Emanuele.







Al pobre Albertito le tenemos crucificado con nuestra lentitud y es que a cada paso nos entretenemos con algo, así pues cuando llegamos al Castello, éste ya está cerrado, pero "no problema". Con lo cansados que estábamos!!! Unas fotos delante del castillo y a llegar pronto al aperitivo.

                                   

¿Qué es esto? Pues consiste en que tu pagas un coctel y puedes picar todo lo que hay en la barra: cuscús, pizza, ensaladas, canapés. ¡Increible! Pero a esta gente no hay quien la tumbe, y después que los Bruseleños (¿???) no pudieran disfrutar de una noche de fiesta, el sábado había que salir. ¿Cómo acabó la cosa? Pues más bien pronto, aunque no cabe olvidar lo mejor de la noche: "la carne de cerdo ibérico de Guijuelo". Señores les prometo que no he probado carne más sabrosa en mi vida, y encima a esas horas de la mañana. Si es que somos unos hambrunos, jejejeje.

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