lunes, 14 de diciembre de 2009

II Parte: La continuation

Empezamos camino hacia Cracow. Uno de los momentos que más me gustan de los viajes, es el propio viaje, es decir, los ratos de tren o coche dónde secrean los llamados "lloc bons". El ambiente es distendido, hay risas, nos quitamos las botas y nos ponemos cómodos mientras vamos pizcando del gran panetone y comentando las jugadas de nuestras respectivas oficinas. Es en estos instantes en los que se crea una gran complicidad y cómo no, siempre viene alguien a romperlos. En nuestro caso fue el antipático del revisor jefe, pues habíamos comprado unos billetes de estudiante que únicamente servían si eras polaco. La verdad es que no hubo ninguna astucia o picardía española a la hora de comprar los billetes y de entre los diez modos que había estaba convencida de haber comprado el correcto. El problema era que el revisor hablaba en polaco, Manu le decía que hablara más lento y el otro pasaba de él. La verdad que hay trabajos que te invitan a decirle al hombre tómate un allbran que parece que lleves un palo en el culo porque entre lo seco que suena el polaco, su cara seria y su velocidad hablando la verdad que no ayudaba a esclarecer la situación, más bien la convertía en más tensa. Suerte que una chica del vagón de al lado, a la que habíamos desplazado antes para estar todos juntos, vino a salvarnos de la situación. Muy maja y gracias a ella todo se solucionó de manera coherente. Cracovia es más turística que Varsovia, aunque tampoco me pareció una ciudad tan diferente a la primera, supongo que también hubo muchas cosas que se quedaron en el tintero. Lo que más me gustó fue su castillo con su plaza de armas, a parte de la zona del centro, con sus calles estrechas y la enorme plaza, quizás una de las más grandes de Europa. La iglesia que allí había era preciosa por dentro. El primer día visitamos Auswitch, cogimos una tartana de autobus y allí nos dejó en la puerta del primer campo. Si nadie te contara que allí se cometió uno de los mayores horrores de la humanidad, nada te lo haría pensar. Una gran calma y pequeños edificios de ladrillo rojo formaban el recinto. Sin embargo, nada es lo que parece y el patio que hay entre dos edificios, antes era un patio de afusilamiento. El largo edificio rojo con pequeñas chimeneas era una cámara de gas y un crematorio. Te enseñan las salas de cástigo, los objetos, el pelo y las historias de esta gente. Para quitarles toda identidad, perdían su nombre y se les asignaba un número. Imaginaos cómo acababa de demacrada la gente, que al final obtaron por tatuar el número porque sino era imposible reconocerlos. Llevo mis botas de goretex, mis pantalones térmicos y mi chaqueta de la nieve. De repente no llevo nada de eso, sino unos zuecos y un traje a rayas áspero y tieso. Mi cuerpo se congela y aprovecho la primera comida del día para entrar en calor, una sopa con productos podridos, antes de que nos manden a trabajar. El trabajo os hará libres, reza una frase a la entrada. Allí lo único que te hace libre es la muerte. Y es por eso que muchos se suicidan tirándose contra las vallas electrificadas. Mis rizos rubios han desaparecido, y el frío que me entra por la cabeza me recuerda que estoy rapada. No quiero seguir pensando como habría sido estar allí, que parte de nosotros saldría, como pudo existir todo aquel terror sin que nadie hiciera nada. Me invade una gran impotencia, una desolación por saber que otros hombres han hecho todo eso a otros hombres. ¿Por qué? Birkanau muestra el lado más oscuro, una gran explanada rodeada de alambrada y un vía que entra hasta allí. Todo estaba calculado al milímetro, todo se aprovechaba, hasta las cenizas.

En el hostal conocimos a una chica polaca cuyo abuelo estuvo en Auswitch I, fue un preso político que logró sobrevivir. Nunca les ha contado nada de lo que allí vivió. Espero que únicamente esto nos sirva para reflexionar, que las bofetadas del presente de un pasado cruel, inhumano y vergonzoso, nos despierten y alejen de cualquier fundamentalismo y radicalismo. Porque ya hemos visto hacía donde nos ha conducido éste. Saliendo de Auswicth, este viaje lo considero muy enriquecedor por todo lo que he aprendido del país que he visitado, de su historia, cocina y cultura.


Para ello una muestra de los numerosos homenajes que nos dimos.

















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