Sábado tarde y cielo gris como de costumbre. Todo presente tiene un pasado, y cerca de los nuevos edificios de la Biblioteca Nacional, encontramos una mezcla de tres tiempos.
El edificio es fruto del pasado, un viejo almacén frigorífico de cuatro plantas que hoy se nos anuncia como la casa encantada del Orfanato; acoje en el presente estudios de artistas y artesanos que con su obra impactarán en nuestro futuro.
El arte es fecundado en antiguas cámaras frigoríficas, y tras cada pesada puerta, una vida. Cada una desarrollada de una manera y representando actividades diferentes: escultura, jazz, pintura, fotografía o performances de video y luz.
Este fin de semana, los inquilinos de "les Frigos", nos han abierto las puertas de su casa. Ni más ni menos que 200 artistas, en su mayoría residentes en el caos de su taller: hornos de cocción, paletas, lienzos, moldes... mezclados con los olores a oleo y aguarrás.
Una comunidad que empezó su andadura en los 80, cuando el edifico fue donado a la Marie de Paris quien actualmente alquila las salas a sus ocupantes. Y es que más que salas son hogares, porque en la visita no quedan exentos de nuestra mirada las cama mezzanine o las pequeñas placas eléctricas dónde cocinar algo rápido.
Las escaleras graffiteadas nos llevan piso por piso a mundos diferentes, a veces incomprensibles. Pero son estos sitios los que dan carácter a una ciudad, los que rompen el molde.
Esperemos que esta casa encantada, que me recuerda a una isla de Barcelona, que acabó desapareciendo, no se pierda entre sus edificios hermanos, y resista a la especulación de los rascacielos acristalados.
Una pena que no tenga mi cámara :(
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